viernes, marzo 11, 2005

SUEÑO

Hoy soñé que caíamos en un abrazo infinito, sin motivos, sin palabras, rodeados de gente, en mitad de una tienda, sin importarnos nada. No lo inicio ninguno de los dos, fuimos atraídos por una fuerza magnética, que se impuso de repente, que nos fue acercando inevitablemente con una lentitud cegadora, presagio de la intensidad final.
Fue un abrazo anunciado por lo esperado y necesitado, por lo deseado. La presión exacta y la perfección del contacto lo convirtieron en un intercambio eléctrico entre nuestros circuitos, y ninguno se atrevía a hacer el más mínimo movimiento voluntario, mientras asistíamos al espectáculo de fuegos artificiales estallando en nuestras fibras del deseo.

Un roce perfecto, en el límite del abismo
Entre la pasión y el sentimiento
Justo en los primeros síntomas de la naúsea del vértigo.
Cuando se detiene el tiempo
Cuando no existe nada más alrededor
Sin un antes ni un después
Los relojes parados en un otoño de calendarios
Mientras los planetas y las estrellas se preguntan
A donde se han ido la luna y el sol.

Me desperté, en contra de mi voluntad, por lo intenso de la sensación, ya llevo horas despierta y aún puedo percibirlo en cada poro de mi piel y en cada rincón de mi cerebro. Menos mal que todavía nos quedan los sueños.